http://www.proceso.com.mx/?p=324325
José Carrasco Araizaga
3 de noviembre de 2012
Seis meses tardaron las autoridades de Veracruz para salir con lo mismo
que dijeron desde el principio: que el crimen de la corresponsal de
Proceso en esa entidad, Regina Martínez Pérez, fue por robo y
tuvo tintes pasionales. El pasado 30 de octubre, justo cuando circulaba la
edición 1878 de este semanario en el que se incluía un reportaje sobre la
periodista, la procuraduría estatal presentó a uno de los presuntos autores del
asesinato: Jorge Antonio Hernández Silva, un seropositivo analfabeto de 34 años,
y se apresuró a dictarle auto de formal prisión en un intento de dar por
concluido el caso, aun cuando el detenido asegura que él nunca ha matado a
nadie.
XALAPA, VER. (Proceso).- El gobierno de Javier Duarte de
Ochoa no convenció a nadie. Su versión sobre el asesinato de la periodista
Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso en
esta entidad, está lejos del esclarecimiento y empezó a caerse desde el momento
en que dejó el expediente en manos de la justicia.
El “asesino confeso” presentado por la Procuraduría General de Justicia del
estado (PGJ) el 30 de octubre se desistió al día siguiente ante la juez penal
que lleva el caso. Dijo que lo habían torturado y obligado a contar la relatoría
de hechos difundida por el gobierno veracruzano. Sin embargo la noche del
viernes 2 le fue decretado el auto de formal prisión.
Presionado por la falta de resultados desde que se cometió el crimen hace
medio año, el gobierno de Duarte terminó por ratificar su versión inicial sobre
un “crimen por robo” con tintes pasionales, como en varias ocasiones filtró a la
prensa local.
La Procuraduría estatal no se complicó. Abrevió las investigaciones. Sólo
siguió la línea del robo y se lo atribuyó a dos “malvivientes”: Jorge Antonio
Hernández Silva, El Silva, y José Adrián Hernández Domínguez, El
Jarocho.
El Silva, un seropositivo analfabeto de 34 años para quien
la dependencia busca prisión vitalicia, fue presentado como confeso del robo y
el homicidio. Al Jarocho, a quien se identifica como supuesto novio de
la periodista y principal autor material del asesinato, simplemente no lo
encuentra.
En marzo último la PGJ lo detuvo por robo a transeúnte, pero salió bajo
fianza, según reveló el jueves el diario Notiver, del puerto de
Veracruz.
Según Duarte, hasta la Policía Internacional (Interpol) lo busca. No es así.
De acuerdo con la propia Procuraduría estatal, el gobierno de Veracruz sólo
pidió el apoyo de sus pares en el país, incluida la PGR.
En la investigación de la PGJ, de dos tomos con más de mil 500 páginas, no
hay un dictamen ni un análisis sobre el trabajo periodístico de Regina Martínez,
mismo que realizaba en un ambiente adverso desde el gobierno de Fidel Herrera y
que le costó incluso el despido del periódico local Política, donde la
reportera trabajó durante años.
La Procuraduría tampoco investigó nada sobre posibles amenazas ni el robo que
sufrió la periodista en su domicilio en diciembre pasado, como se lo hizo saber
Proceso en declaración ministerial. Mucho menos sobre la
eventual participación de la delincuencia organizada, a la que se le atribuye la
muerte de varios periodistas en el estado.
A pesar de que en conversación con este semanario la propia directora de
Investigaciones Ministeriales de la PGJ, Consuelo Lagunas Jiménez, identificó al
Jarocho como halcón, como se define a quienes hacen trabajo de
vigilancia para la delincuencia organizada, en el expediente no hay ni la menor
pesquisa de la eventual presencia de esos grupos delictivos.
El 9 de mayo pasado, 11 días después del asesinato de la reportera, la Marina
detuvo al operador de Los Zetas en Veracruz, Jesús Hernández Rodríguez o Ruiz
Rodríguez, El Chilango, quien en sus declaraciones ministeriales dijo
saber que en el asesinato de Regina Martínez estaban involucrados
narcomenudistas.
Conjeturas
Sobre el desempeño periodístico de la corresponsal de
Proceso, la PGJ sólo citó a declarar a varios periodistas, tomó
sus huellas dactilares y de algunos hasta las impresiones de su arcada dental.
La procuraduría interrogó a los periodistas sobre su relación y las costumbres
de Regina Martínez, pero como ninguno mencionó alguna amenaza específica contra
su colega, la dependencia desestimó esa línea de investigación.
Desde un inicio la Procuraduría estatal perfiló la explicación del robo como
causa del crimen. El 7 de mayo, una semana después del asesinato, policías
judiciales interrogaron a una persona que aseguró haber visto a tres sujetos
cerca de la casa de Regina la noche del crimen, entre las 22 y las 23 horas.
Según los policías, el declarante –un consumidor habitual de alcohol en las
periqueras de esa zona–, identificó al Silva, al
Jarocho y a un tercero que refirió como el Paleta Payaso.
Además dijo que una vecina le comentó a su suegra –también residente de esa
calle– que la periodista salió a comprar cervezas la noche del viernes alrededor
de las 10 de la noche.
Abundante en su información, según la Procuraduría, el testigo dijo que una
persona con la que acostumbraba tomar, conocido como Pablito Ruiz decía
ser novio de una periodista en esa calle, privada de Juan Rodríguez Clara, en el
barrio conocido como El Dique, en el centro sur de esta capital.
Según la PGJ el testigo ratificó su versión ese mismo día ante el Ministerio
Público encargado del asesinato de la reportera, pero ya sólo hizo referencia al
Silva y al Jarocho, a quien describió como un drogadicto, de
unos 28 años de edad y con tatuajes en el brazo izquierdo. Más aún, dijo que es
un trabajador sexual. “Sé que no tiene un trabajo, pero anda en el parque Juárez
con los maricones”. Ratificó también la supuesta relación de la
periodista con Pablito Ruiz, pero en sus investigaciones la
procuraduría no abundó en este señalamiento.
Al mes siguiente la Dirección de Servicios Periciales elaboró un dictamen
sobre la “disposición victimógena” (sic) de Regina: mujer sola, adulta,
sin fuerza para defenderse, pero con un cambio de ánimo hacia el final de su
vida.
Según el análisis de la víctima, su asesino y el entorno, la periodista pasó
de ser –como lo era– una persona muy reservada, desconfiada y de carácter fuerte
que hablaba con poca gente fuera del ámbito periodístico, a ser una persona “más
alegre y entusiasta”.
En el dictamen, dirigido a la fiscalía encargada de la investigación el 27 de
junio pasado, los servicios periciales de la PGJ concluyeron que ese “cambio
habitual de ánimo” se debió a un agente externo, “como el inicio de una relación
o el encuentro con una persona que significó algo importante para ella”.
(Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista
Proceso 1879, en circulación)
No hay comentarios:
Publicar un comentario