¿Qué horror carcome el alma de Veracruz?
José Julián González Osorno.
Proceso
28 de mayo 2012.
http://www.proceso.com.mx/?p=308992
A José Luis Blanco, quien llevaba un puño en llamas en vez de corazón
XALAPA, Ver., (apro).- Estamos jodidos y hasta la madre. Nos jodió el brutal
asesinato -aún sin resolver- de nuestra amiga y compañera Regina Martínez,
corresponsal de Proceso en Veracruz, y ahora nos jode y chinga el espantoso
homicidio de nuestro querido compañero y amigo José Luis Blanco Rosas, maestro
de la Universidad Veracruzana, ocurrido el pasado 27 de mayo en la ciudad de
Xalapa, Veracruz. ¿Qué oscuro espanto se pasea por Xalapa? ¿Qué horror carcome
el alma de Veracruz? ¿Qué infinita crueldad siembra muertes y muertes en el
corazón de nuestro país? Escribo esto porque no podemos callar. Porque, José
Luis, no te habrías quedado callado nunca si un amigo nuestro hubiera sido
asesinado. Porque sabíamos, querido José Luis, que un amigo caído es la merma de
uno mismo, es ir haciéndose cada vez más y más pequeños, más y más pobres.
José Luis Blanco era incendiario. Apenas advertía una injusticia, aunque
fuese pequeña, alzaba la voz clara y firme. En el aula de clases, en la radio de
la Universidad Veracruzana, en sus artículos, en sus libros, en la prensa.
Cualquier espacio le era propicio para denunciar y señalar las injusticias con
su puño y letra, con su voz y su risa, siempre estruendosa, siempre contagiosa;
incomodaba, claro, a quienes usan el poder para cometer tropelías y abusos. Pero
no temía. No temió.
José Luis Blanco era, también, un maestro ejemplar, a veces muy exigente con
sus alumnos, pero siempre leal a una idea: sacar de ellos lo mejor de sí mismos
siguiendo la máxima socrática. Creía que sólo la educación nos salvaría de la
barbarie actual, creía que en los jóvenes residía nuestro propio futuro. Y tus
alumnos, querido José Luis, no te han dejado solo, no dejarán este crimen en la
ignominia. Tristes y consternados, han estado pendientes, querido amigo, han
estado preguntando; escribiendo en tu muro del face ya sin ti saludos amorosos
desde Orizaba, donde compartías con ellos tus conocimientos.
Tu muerte, José Luis, no podrán echarla al olvido, aunque lo intenten. Cuando
estábamos colectando firmas para el comunicado de maestros que enviaríamos a la
prensa, un periodista chayotero, de esos que abundan en Xalapa, al servicio del
gobierno, me dijo: “no sean imprudentes, no interrumpan la investigación”.
Respondí con dos cuestionamientos: “¿eres del gobierno? ¿Somos imprudentes al
querer que se esclarezca el asesinato?” Está claro: parte de la prensa en Xalapa
quiere tapar la noticia, ocultar la información, impedir que las personas sepan
los móviles de este salvaje crimen. Pero no lo lograrán. Hemos sido imprudentes,
sí, por no reaccionar a tiempo, por no denunciar antes lo que ocurre en el
estado de Veracruz; por permitir que el poder de los políticos y de los
narcotraficantes se enquistara profundamente en el seno de la sociedad. Pero tú
denunciaste a tiempo. Y hablaste claro y alto.
En junio de 2011, cuando asesinaron al maestro José Luis Martínez Aguilar,
profesor también de la Universidad Veracruzana, José Luis Blanco escribió en
Código Crítico: “Lo que queda claro es que Veracruz sigue siendo ´una plaza´
dominada por los comandos del crimen organizado. Lo que no sabemos es hasta qué
punto mantienen nexos y apoyos con algunos funcionarios del Dr. (Javier) Duarte.
¿Quiénes tienen o mantienen la ´plaza´ del centro de Veracruz? ¿Qué grupo del
crimen organizado la tiene? ¿Cuál o cuáles buscan infiltrarse? ¿Quiénes los
apoyan desde adentro? ¿Tendremos un Coronel Relumbrón entre los
veracruzanos?”
Hoy nos preguntamos lo mismo y agregamos: ¿por qué te mataron tan
salvajemente?, ¿quién ordenó tan cobarde acción?, ¿por qué? Tu madre -a quien
tanto amaste- te encontró muerto en tu estudio. Pero ella no pensó eso: te
desató las manos, te quitó el trapo que amordazaba tu boca y puso bajo tu cabeza
una almohada. Estaba segura que despertarías. José Luis: un amigo caído es la
merma de uno mismo, es ir haciéndose cada vez más y más pequeños, más y más
pobres. Hoy lo sabemos.
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